
Cuando piensas en un pequeño pueblo que data de 1641 –o al menos ese fue el año en que Felipe IV le concedió la independencia– no se te ocurre imaginar un enorme escenario elevado, con un sinfín de focos multicolores y un sistema de sonido digno de un concierto en un estadio.
A mí tampoco. Al menos hasta el fin de semana pasado.
El fin de semana del 5 al 7 de septiembre tuvo lugar la Fiesta Patronal en honor a la Virgen de la Oliva en La Iglesuela del Tiétar, un pequeño municipio a unos 115 km (hora y media) de Madrid.
Mi amiga Laura me invitó a pasar el fin de semana para disfrutar de una de las experiencias más auténticas de España: una fiesta de pueblo local. Por cierto, este tipo de inmersión cultural es justamente lo que la empresa de Laura, Vetonia, ofrece a cualquiera que lo desee.
En España, casi todas las ciudades y pueblos, por pequeños que sean, tienen al menos una fiesta de pueblo anual (y a menudo más, porque, ¿por qué no?). Estas celebraciones suelen estar vinculadas a:
- El santo patrón del pueblo → fiestas patronales que casi siempre incluyen procesión, actos religiosos, música, gastronomía y actividades culturales.
- Tradiciones agrícolas o estacionales → fiestas de la vendimia, ferias de ganado, celebraciones de la cosecha, etc.
- Acontecimientos históricos o culturales → batallas, mercados medievales, recreaciones de moros y cristianos, etc.
La Iglesuela es un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, en España, en el continente europeo…. La población es una robusta 451 habitantes y estoy casi segura de que ese “1” extra fui yo, contada por error.
VIERNES
Cuando llegué en autobús desde la Estación Sur de Madrid eran alrededor de las 20:00. Laura vino a recogerme… o al menos lo intentó. Yo no reconocí la parada y no me bajé, pensando que había otra más adelante. Laura me llamó: había visto bajar a la gente, pero yo no estaba entre ellos. ¡Ups!
Corrí hacia el conductor y, con mi español imperfecto, le pregunté si había otra parada en este pueblo. Me respondió que no, que la próxima era en Piedralaves, a 8 km de distancia. Estaba ya girando en un cruce cuando le supliqué que me dejara bajar allí mismo.
Me dijo que no podía (ya sabes, reglas sobre seguridad de los pasajeros blah blah blah), pero al verme tan apurada me preguntó bruscamente si tenía equipaje abajo (¡No!) y, tras comprobar el semáforo, abrió la puerta gritándome que tuviera cuidado al cruzar la calle. “¡Graciaaaaaas!” le lancé mientras corría hacia la acera.
Encontré a Laura, nos abrazamos y fuimos a su casa. Tras una cena ligera en familia y poniéndonos al día, nos dirigimos a la plaza para las fiestas de esa noche. Si imaginabas una pequeña plaza con un puñado de mayores bailando el pasodoble al sonido de tres músicos, te equivocas. No te culpo, pero te equivocas.
Lo que había era un escenario enorme, con luces multicolores y sonido atronador, y la plaza llena de gente de todas las edades (desde bebés hasta la gente mayor). La imagen de arriba muestra el aspecto habitual de la plaza. La imagen de abajo muestra cómo se veía durante el festival.
Todos bailaban, reían, charlaban y brindaban (bueno, los bebés no). El grupo tenía cantantes, bailarines y un repertorio de pop y rock en español (sobre todo) y en inglés. Laura y yo bailamos, nos encontramos con sus amigos, sus hijas corrían de un lado a otro pidiéndole dinero para un refresco o permiso para dormir en casa de un amiga.
A la una de la madrugada estábamos agotadas y nos fuimos a casa… mientras una pareja de más de 80 años seguía bailando (despacio, pero bailando). Mientras me quedaba dormido, aún retumbaban los graves de la música en la plaza.
SÁBADO
Tras un despertar lento (físico, no espiritual), desayunamos con una preciosa vista a la sierra.
Esa tarde hicimos lo que yo llamo “actividades encantadoras de pueblo pequeño”: fuimos a un pozo a recoger agua, nos dimos un chapuzón en el río (al parecer, el sello de un buen español es llevar siempre un bañador encima, por si te encuentras con una masa de agua).
Después, una parada en un bar para tomar un vino en la terraza.
Y como Laura no se cansa del agua, fuimos también a la piscina municipal, donde se juntaba medio pueblo. Nos tumbamos en la hierba con sus amigos, ellos charlaban y yo intentaba seguir la conversación… pero en grupo apenas entendía palabra. Hace poco descubrí que mi talón de Aquiles en español es la comprensión auditiva en conversaciones con varias personas. Las conversaciones individuales no son un problema, pero ¿con más de una persona? ¡Uf!
Tras cenar en casa, volvimos a la plaza para más música y baile. Como es normal en España, la noche no arranca hasta las 22:00. A las 20:30 la banda ya tocaba a todo volumen, aunque la plaza estaba medio vacía; a medianoche, en cambio, no cabía un alfiler.
DOMINGO
El domingo dormí hasta tarde, después de dos noches de fiesta y días llenos de excursiones. Desayunamos sin prisa y luego condujimos veinte minutos hacia el oeste, casi en la frontera con Portugal, para visitar una bodega y hacer una cata de vinos.
La bodega Huellas del Tiétar combina tradición e innovación para elaborar vinos con la Denominación de Origen Protegida Cebreros.
El DOP es una región vinícola prestigiosa de Ávila, en plena Sierra de Gredos. Especializada en tintos de Garnacha Tinta y blancos de Albillo Real, cada botella con el sello de Cebreros garantiza frescura, elegancia y el carácter único de este terruño de montaña.
Tras la visita guiada, disfrutamos de una cata en el restaurante de la bodega y probamos un blanco y un tinto deliciosos con unas vistas impresionantes del viñedo.
Y así terminó mi escapada rural a La Iglesuela, regresando a Madrid con el recuerdo de un fin de semana inolvidable.
Me siento afortunada de tener una amiga como Laura con quien compartir experiencias únicas, lejos del bullicio de la ciudad. Y lo mejor es que su empresa, Vetonia, no solo ofrece clases de español online, sino también cursos intensivos de inmersión lingüística en el Valle del Tiétar. Puedes alojarte en un hotel o, mejor aún, con familias anfitrionas, y vivir el idioma y la cultura desde dentro.
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